Con el objeto de indagar en las preferencias del campo artístico local, se acercó a una galerista que exponía sus productos en la feria, quién una vez que observó vagamente las reproducciones deslizó con displicencia “…tenés que buscar una línea…” con esta respuesta férrea, absoluta y subjetiva, alcanza para desalentar la producción de cualquier mortal permeable a semejante juicio, afortunadamente no es nuestro caso y mucho menos el de nuestro amigo; pues asumimos riesgos estéticos y emocionales en lo que hacemos, sublimamos, construimos, y devenimos en miles de interpretaciones que reformulan ideas, pensamientos, estados internos, etc.
Respetamos las diferentes elecciones y disciplinas que nos resultan genuinas, es muy diferente pintar a escribir ensayo crítico, ser mecenas o galerista; ahora nos surge el siguiente interrogante aquellos que hoy dominan el mercado del arte en Argentina,
¿Son los que ayer invirtieron en canchas de paddel, parripollos y maxikioscos? ¿Sobrevivirán a los embates de la economía local?...El Banco Mundial ¿Saldrá a rescatar a estos empresarios del arte frente a una crisis global? En este contexto suena casi lógico ¿ No?
Quizás aún no hemos entendido o aceptado esto de que en el capitalismo primero se es objeto para luego pasar a ser sujeto, es que pasamos tanto tiempo abyectando ideas, composiciones y armonías, que perdemos de vista, evidentemente la búsqueda de una línea, vaya ambigüedad decirle a un artista que busque una línea sin distinguir si la misma debe ser recta, ondulante, curva o de cocaína.
Queridísima amiga galerista le deseamos el mayor de los éxitos económicos en su emprendimiento, su éxito de alguna manera nos beneficia, así también le sugerimos humildemente que contrate personal que maneje funcionalmente el arte de la comunicación, a los efectos de recibir a los artistas que detentan un espacio lógico en su tienda de arte.
Considere que un artista es el módulo, la unidad que mueve el mundo del arte con todos sus componentes, tenga en cuenta que hacemos lo que hacemos como nadie, como nosotros mismos.
Ariel Busico